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El Autócrata - Retrato de una república feudal

  • Foto del escritor: Andy Martinez
    Andy Martinez
  • 8 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

La historia de Guatemala es una de personajes que amordazan a la población, y uno de estos personajes que ha alcanzado amplia fama es Manuel Estrada Cabrera. La figura del dictador guatemalteco es la que utiliza Carlos Wyld Ospina en El Autócrata para hacer un retrato del país centroamericano, un país organizado como una república feudal.


El punto de partida del escritor guatemalteco no es el inicio del gobierno de Estrada Cabrera, sino que hace un resumen previo de la época colonial, para luego hablar también de Rafael Carrera y Justo Rufino Barrios.


La colonia marca un momento definitivo en la historia del país, dice el escritor, un divorcio definitivo entre los dos elementos fundadores principales de la nacionalidad: "indios" (palabra utilizada durante siglos para referirse a la población indígena) y blancos.


Wyld Ospina no considera a Carrera como un héroe del conservadurismo, sino que los conservadores encontraron en Carrera una figura que podía defender sus intereses. Como sucede en todos los regímenes personales, el del general Carrera fue eficaz mientras él se mantuvo en el poder.


Después llegó la Revolución Liberal, aunque el escritor no cree que esta haya sido una revolución en verdad, porque nosotros damos con frecuencia el nombre de revolucionarios a simples conquistadores del poder a puño armado.


Con la llegada de Barrios al poder se cambió el culto de los santos del cielo para ser sustituido simplemente con el fetichismo político. El gobierno de Barrios fue la autocracia del carácter más terrorífico que ha soportado Guatemala. Se modernizó Guatemala a cambio de matar las libertades públicas.


Pero el punto de atención de la obra de Carlos Wyld Ospina fue el gobierno de Estrada Cabrera, una dictadura que vivió en carne y hueso, y un autócrata que conoció en persona.


La presidencia le llegó a Manuel Estrada Cabrera por accidente; el asesinato de Reina Barrios lo tomó por sorpresa. En esta posición, la lucha del autócrata se basó en el miedo a perder la presidencia. Esta enfermiza pasión de mando y poderío le llevó a exigir del país la adoración a su persona.


Estrada Cabrera llegó a ser la única persona importante de Guatemala. Su presidencia se caracterizó por el robo sistemático a la hacienda pública y la explotación cínica y pacienzuda del ciudadano. En los veintidós años que gobernó Estrada Cabrera, se consumó la ruina casi total de la nación en tres aspectos principales: el económico, el espiritual y el político.


Wyld Ospina critica a los liberales guatemalteco porque las doctrinas son unas, y los procedimientos son otros, llevándolo a ser un "liberalismo feudalista". Desde 1871 a nuestros días, Guatemala ha sido el país que se entrega, sistemáticamente, sin pudor y sin ventaja, al extranjero.


La caída de Estrada Cabrera no significó un cambio importante, la "revolución" unionista fue un fracaso. Quienes eligieron a Herrera estaban seguros de que sería el gobernante bonachón que no pediría cuentas a nadie, ni del pasado ni en el futuro, en nombre de esa hipócrita "armonía de la familia nacional", que es el medio invocado por los culpables para conseguir la impunidad después de las mudanzas políticas.


Wyld Ospina hizo un llamado hace 90 años para que la nación conserve el dominio político-económico sobre su propio territorio y que el capital extranjero no sea el capital pirata, el oro que corrompe y esclaviza a los pueblos centrales. Ese llamado parece seguir esperando una respuesta.


Debemos deshacernos de la política cacical, en donde el pueblo pide pan y libertades, pero el poder poco se preocupa de que el primero sea abundante y barato, y merma o limita las segundas, porque está convencido de que así domina mejor a las multitudes.


La evolución de Centro América, diría el escritor, estará en abandonar el feudalismo económico y político en que se ha vivido.


La importancia de El Autócrata radica en las palabras de Carlos Wyld Ospina: "Quien conoce a un autócrata los conoce a todos." Los impulsos de modernización devenidos de la experiencia liberal mostraron la vocación autoritaria, y posteriormente dictatorial, de las élites gobernantes.


Hablar sobre la dictadura latinoamericana es reflexionar sobre lo que significa todo este legado histórico en la cultura política actual de sus sociedades.


Wyld Ospina es muestra de que la literatura puede contribuir a establecer más visón crítica de la historia del país como una condición fundamental para pensar en su transformación.

 
 
 

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