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Genocidio: ¿La máxima expresión del racismo en Guatemala? - Una realidad

  • Foto del escritor: Andy Martinez
    Andy Martinez
  • 6 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

Los cinco primeros meses del 2020 han estado repleto de diferentes sucesos que lo han convertido en un año que marcará a una generación: conflictos sociopolíticos entre Estados Unidos e Irán, una pandemia que ha puesto en pausa la economía mundial, y un movimiento social dentro de los Estados Unidos que se extiende internacionalmente.


A raíz del asesinato de un hombre negro a manos de la policía de Minneapolis, el movimiento Black Lives Matter ha tomado las calles del país norteamericano, cansado de la brutalidad policial en contra de la comunidad negra. El movimiento se ha enfrentado a las fuerzas represivas de los Estados Unidos, pero ha recibido un fuerte apoyo internacional.


Este suceso puede ser una oportunidad para que cada nación se vea al espejo y reflexione sobre sus prácticas sociales. Por casualidad, es en este contexto que me sumerjo en la lectura del cuaderno Genocidio: ¿La máxima expresión del racismo en Guatemala? de la Dr. Marta Elena Casaús Arzú.


La Dr. Casaús parte de que el racismo en sus diversas expresiones, prácticas, manifestaciones y lógicas, es un factor histórico estructural que funciona y ha funcionado como uno de los principales mecanismos de opresión, explotación y sobre todo como la mejor justificación de un sistema de dominación y mantenimiento del status quo.


Durante la guerra civil que vivió Guatemala entre 1960 y 1996, murieron 200,000 civiles; del total de las víctimas, el 83% eran mayas, según el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico. ¿Cómo pudo suceder? ¿Por qué tanta crueldad y tanto horror?


Las causas de tanta crueldad y tanto horror, según la Dr. Casaús, pueden encontrarse dentro de los Estados modernos. Los genocidios de los últimos años no son aberraciones, sino posibilidades ocultas de la sociedad moderna, forman parte del proceso "civilizador".


En aquellos estados pluriétnicos y pluriculturales, en donde existen minorías étnicas y mayorías minorizadas, como es el caso de Guatemala, y en donde el racismo ocupa un lugar primordial en las estructuras sociales, en la ciencia y en la estructura de poder, estas prácticas, actitudes y manifestaciones contribuyen a la ejecución de actos de genocidio.


El estereotipo del "indio" como forma de construcción del Otro es un proyecto que lleva más de 500 años, pero es el Estado el que juega un papel esencial en la reproducción del racismo.


En nombre de la soberanía y la homogeneidad, el Estado ejerce el derecho a matar o eliminar al Otro.


Durante la Colonia, se dio una segregación residencial que obligó a los indígenas a modificar sustancialmente su forma de vida y sus costumbres. La justificación de esta segregación tiene un origen racista.


La reforma liberal provocó una metamorfosis en el ejercicio del racismo, el cual provendrá ahora del Estado, y se expresará en las constituciones, ordenanzas laborales, en la reestructuración político-administrativa, en el imaginario de las élites, etc.


En la Colonia, el indígena era segregado, lo que le permitía cierta autonomía. En el Estado liberal oligárquico, el indígena pierde todos sus derechos y pasa a ser invisibilizado.


Entre 1920 y 1944, los intelectuales orgánicos de Guatemala, los originadores de la opinión pública, eran partidarios de la homogeneización nacional y del blanqueamiento racial por la vía de la eugenesia, basados en los regímenes fascistas europeos. Se buscaba justificar un sistema de dominación basado en el racismo biológico.


A partir de la irrupción de movimientos revolucionarios que incorporaron a las comunidades indígenas, se formó una alianza militar-oligárquica con la tendencia neo-pentecostal basada en la doctrina calvinista del más rancio puritanismo, que justifica el exterminio de los "indios" porque no son sujetos de gracias, porque son idólatras, pecadores y representan las fuerzas del mal.


Durante la crisis de la hegemonía oligárquica entre 1978 y 1981, cuando la élite agro-exportadora perdía influencia ante otros sectores más industrializados, el temor a la rebelión del "indio" y el deseo solapado de exterminarle se unieron en una coyuntura histórico-política que terminaría en un etnocidio.


Se trató de exterminar al pueblo maya, declarándole enemigo interno. Las campañas de "tierra arrasada", lideradas por los hermanos Lucas García y Ríos Montt son claros ejemplos de campañas de genocidio planificadas y ejecutadas.


El objetivo de fondo de la contrainsurgencia se convirtió en borrar la memoria histórica de los pueblos indígenas y cegar su perspectiva de liberación, a través de pactos secretos tripartitos entre el ejército, la oligarquía y la administración norteamericana.


El Estado-nación moderno está fuera de control, en la base filosófica y política de su constitución se encuentra un fuerte componente bio-racial, lo que Focault denomina el "bio-poder".


La percepción de blancura por parte de la élite guatemalteca y los estereotipos raciales del "indio" han sido siempre la estructura político-histórica que ha construido el Estado moderno.


La enfermedad del racismo, sus causas, prácticas y mecanismos que llevaron al exterminio de comunidades indígenas siguen vigentes.

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