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La caída - El juez penitente

  • Foto del escritor: Andy Martinez
    Andy Martinez
  • 29 jul 2020
  • 2 Min. de lectura

Albert Camus es una de las figuras más representativas de la literatura del siglo XX; su corta vida le alcanzó para dejar una huella profunda a través de sus escritos. En El mito de Sísifo Camus se plantea una máxima de la filosofía: ¿vale la pena vivir? Esa es una pregunta reservada para ese libro, lo que me interesa repasar en este texto es de dónde viene esa pregunta.


En la última novela publicada por el escritor francés, La caída, se nos presenta un personaje peculiar: Jean-Baptiste. El lector se convierte en un sacerdote que escucha a un feligrés recitar su confesión; Jean-Baptiste se dirige a un amigo que nunca se nos presenta, porque ese amigo somos nosotros.


El protagonista de La caída se presenta a sí mismo como un juez penitente, pero antes de explicar su oficio hace un repaso de toda su vida. El monólogo de Jean-Baptiste roza el límite entre novela y ensayo, cuando Camus vierte reflexiones sobre el hombre moderno a través de su personaje.


El juez penitente dice que solía ser feliz, sabía vivir: "Yo gozaba con mi propia naturaleza, y todos sabemos que en eso se basa la felicidad, aunque, para apaciguarnos mutuamente, a veces finjamos condenar esos placeres calificándolos de egoísmo."


Jean-Baptiste era un abogado de renombre que ayudaba a los más necesitados y amaba a todas las mujeres. ¿Por qué lo hacía? Al preguntarse los motivos de su vida llega la caída de nuestro protagonista, quien ve su vanidad y egoísmo en todas las acciones que realizaba. Su vida cae en el absurdo.


La libertad que creía vivir el juez penitente no era tal, ya que libertad sin responsabilidad no se entiende. La libertad se convierte en un peso que el hombre arrastra, se convierte en una sentencia.


Todos merecemos esa sentencia, dice Camus a través del protagonista de la novela, todo hombre es testigo del crimen de todos los demás. El secreto está en no esperar el "Juicio Final", porque ese juicio tiene lugar todos los días.


Jean-Baptiste, como todos los protagonistas del filósofo francés, cae en el absurdo que es vivir. El absurdo de no poder amar sin amarse, no poder entregarse sin antes aislarse de todos. El absurdo es un mundo lleno de experiencias que los hombres nunca podrán saborear por completo.


La caída representa el paso previo a la rebelión espiritual que propone Albert Camus. Todos debemos caer en ese vacío de la existencia para poder abrazar el absurdo y darle sentido al vivir.

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